EL ABORTO UN PROBLEMA ÉTICO
Aborto es una palabra de origen latino (ab-orior) que
significa fallar en el intento, en el origen, y también morir, extinguirse,
etc. Así, por ejemplo, abortar un crimen significa cortar o interrumpir el
flujo de acontecimientos que darían lugar a la ejecución de un crimen. Este
significado se ha ido restringiendo, poco a poco, hasta hacer referencia, sobre
todo, a la interrupción del desarrollo de un embrión o feto, interrupción que
impide que éste llegue a ser aquello a lo que está destinado: un ser vivo
independiente, biológicamente hablando, del cuerpo materno, límite que se suele
considerar dado en el nacimiento. Se sobreentiende, en tal caso, que el aborto
no es simplemente una interrupción del embarazo, provocando un adelanto del
parto (parto prematuro), sino una interrupción que provoca la muerte del
producto de la concepción. Aunque existen diferentes tipos de aborto el
aborto voluntario (ya sea directo o indirecto) y el involuntario (bien por
motivos naturales, o bien causado por accidente humano), (Eugenésico,
terapéutico, espontáneo, etc.), desde el punto de vista de la responsabilidad
ética (y moral), cabe hablar tan sólo de un tipo de aborto: el aborto
voluntario (ya sea directo o indirecto).
Si sobre el problema legal o moral del aborto se está
hablando, es claro que me refiero, de primera intención, al aborto provocado
voluntariamente.
El controversial tema del aborto hoy en día ha
dejado de ser una norma. El aborto no es algo que se haya comenzado a
realizar en nuestros días, aunque sí ha incrementado con el tiempo y las
legalizaciones alrededor del mundo. Esta práctica remonta hasta la Antigüedad y
hoy en día. Existen muchos métodos abortivos que varían según la semana de
gestación. Sin embargo todos conllevan al mismo fin: provocar la muerte de un
no nacido. Un método no es necesariamente mejor que otro, puede ser simplemente
menos riesgoso para la mujer. Sin embargo, el problema del aborto está inmerso
en una gran controversia ideológica y religiosa que se basa en reconocimientos
y valores no aplicables a la realidad social que viven las mujeres de hoy en
día. Así pues, los principios éticos, morales, filosóficos y religiosos sirven
para reflexionar y evaluar estos valores, adaptándolos al contexto actual, a la
vez que sirven al legislador como una guía de acción ante problemas morales.
Mi opinión es que esa vida incipiente merece el mismo
respeto que cualquier otra vida humana, y que la ignorancia que puede existir
sobre el status real de ese producto de la concepción no justifica, por sí
mismo, el aborto, sino todo lo contrario (en caso de ignorancia, lo propio es
no actuar). El único caso que justificaría poner en peligro esa nueva vida
sería aquel en el que existe una seria indicación terapéutica, donde está en
peligro la vida de otro ser: la de la madre. Cualquier otro motivo lo considero
insuficiente, como el económico, social, etc., primero por no ser adecuada la
intención al mal que se podría estar realizando y, en segundo lugar, porque no
se puede considerar estos motivos una razón terapéutica (no hay que olvidar
que, salvo en casos de fuerza, el embarazo es consecuencia prevista, deseada o
no, de un acto realizado libremente). (Cárdenas
Marly).
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